Sentada frente al ordenador hay días que pasan sin sentido y
sin vicio ni beneficio. Son días que de muy buena gana podrías haber
aprovechado en cualquier otra ocupación por que sin duda hubiese sido más
interesante.
No llega, simplemente la inspiración te abandona, las ganas
de visitas desaparecen y las de visitar se han marchado desde hace rato ya.
Has dormido las horas justas pero ni si quiera el sueño te
vence. Nada te parece bien, pero nada tienes que aportar para cambiar eso, ni
si quieras sabes como debería ser para que si que te pareciese apetecible.
Deambular de un lugar a otro, abrir y cerrar ventanas.
Horas, primero, fragmentadas en medias horas, en cuartos de horas, en minutos
eternos. Ni una sola idea que te despierte, eres un sonámbulo, un zombie o un
desecho por que poco aportas ni para si, ni para nadie. Tiempo muerto, quizás
perdido dirían algunos en los que no me incluyo.
Otra cosa bien distinta es que este tiempo lo considere yo
provechoso, que no es así.
Perjudicial pensar más de lo necesario, perjudicial intentar
sacar de dónde no hay, perjudicial confundir y que te confundan, perjudicial
inventar más de lo normal, perjudicial pensar también menos de lo normal,
perjudicial rodear para llegar al lugar donde recto era mucho más accesible y
corto. Perjudicial no hablar claro, y no responder claro…
Y para colmo llueve, y llueve de llover que no de chispear.
Una lluvia digna del día más melancólico que imaginas.
Pero a pesar de ello en éstos días suelo recordar el consejo
de alguien, “No hay días malos sino aptitudes no favorables” al final todo
queda explicito en aquel refrán de nuestros sabios ancestros “Al mal tiempo
buena cara”.
Para los que me siguen, creo que hoy es día bollicao.
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