Pertenezco al grupo de personas que conforman una forma de
vida. No he sido consciente hasta que punto, hasta hace a penas unas semanas. He
sabido que nací diferente y me siento una mujer con suerte por ello.
Soy un ser maravillo, un ser que se deja el alma cuando ama
unos colores, y cuando grita al unísono con todas las personas que le
acompañan.
Este grupo tiene cabida para todos, para ancianos y niños,
para altos, bajos, guapos, feos, hombres y mujeres, no entiende ni de culturas,
ni de razas, y se extiende hasta límites insospechados, a dónde, ni nuestra
geografía ni nuestra conciencia alcanza.
Ellas, las mujeres que comparten esta preciosa sensación,
son madres, amigas, pasión y ganas.
Nunca una mujer pudo aunar tantas características positivas
juntas, no sé si es cierto que existió el olimpo, pero supongo que si fue así,
ellas son lo más parecido a una diosa que pueda habitar nuestra tierra.
No hay ser más bello, ni más entregado a la causa. No hay ser más
dispuesto a luchar contra las adversidades y las desavenencias. Con más calle,
con valentía, con garra.
Nunca las mujeres fuimos miembros de frente como ahora,
nunca este grupo fue cosa de chicas y ahora somos uno más. Todo nuestros
esfuerzos se vieron recompensados y nuestras lágrimas sumadas a cada
sufrimiento y cada alegría que nos genera este secreto que compartimos.
Somos mujeres y esa condición me apasiona, somos capaces de
cautivar con una sonrisa y sacar las uñas si atacan a nuestras crías cual
animal salvaje. Somos viscerales, alegres y jamás agotamos nuestras energías.
Somos gente con suerte, somos tus mujeres.
Nunca elegí ser parte de ti, ni compartir con muchas otras
que ni si quiera conozco. Nunca escogí. Nací con ello y me hace diferente.
Hace unos días supe que como esas otras trabajan a tu lado
día a día, yo también tenía que hacer lo único que se hacer, en honor a ti, pero
sobre todo en honor a ellas. En mi propio honor.
Tú mujer bética, tú que te dejas el alma, siguiendo cada
impulso que genera ese músculo llamado corazón, tú que sientes cada grito y que
sellas la historia de mi Betis y tú Betis, tú que siempre estás en un segundo
plano y que pasas desapercibida, quiero dedicarte mis letras para decirte que
tu voz no es una más, que tú voz es aliento y camino. Que tus lágrimas
fortalecen al guerrero que viste nuestros colores, y enamoran al que grita a tu
lado. Eres singular, única y peculiar.
Eres orgullo y belleza. Tienes una mirada que cuenta sin necesidad de palabras. Eres esa parte
vital de este espíritu llamado afición que es envidiada allí donde se conoce.
Tú eres MAGIA. Tú mujer bética, y yo que nací con esa sensación que no se paga
con dinero, con ese orgullo, con esa necesidad de llevarte conmigo Betis. Tú y
yo, nos merecíamos el más cálido abrazo, y el más sincero agradecimiento, tú, y
yo por formar parte de vosotras, el más logrado homenaje, por que todas estas
líneas son fruto de quién eres y lo que significas sin apenas darte cuenta.
GRANDEZA…es el adjetivo más certero.
A mi madre, a mis hermanas, a mis amigas,… a todas aquellas
que una vez abandonaron su sueño con una derrota y sacrificaron su descanso con
sonrisas y celebraciones en las grandes victorias.
Yo soy mujer, y BÉTICA.
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