Día 14. Diario de una au pair.
En este momento sólo oigo un llanto intenso, y a lo lejos la
voz de Denise y Aarón que deben tomar el lunch tras el colegio. Son la una y
media del medio día. No volverán a comer hasta las seis y media
aproximadamente, hora en la cual tomamos la cena. La que llora es Mia, sino lo recuerdan, es
la bebé de la casa.
Yo me hayo en mi time off, el cual suelo usar para estudiar
e intentar avanzar con la lengua, y otras veces para hablar con vosotros y con
mi gente. En su defecto y si los horarios nos coinciden a lo largo de la
semana, salgo de casa para encontrarme con las chicas con las cuales comparto
experiencia, y con las que los fines de semana desconecto de largas horas de
juegos con niños y esfuerzos por hacer mi oído y mi vida a éste lugar tan
similar y tan diferente.
Han pasado dos semanas y todo comienza a ordenarse
repentinamente. Ya llega la rutina y las risas, las incertidumbres se marchan a
toda prisa y las anécdotas florecen y quedan guardadas en la memoria.
He tenido la sensación de que no volveré a vivir en España.
Y sido más que consciente de que probablemente vuelva pero no por demasiado
tiempo. Echar de menos es un sentimiento poderoso, pero que siempre controlé.
Pensar que aquí quizás tenga oportunidades que mi país me niega y por las que
no apuesta, me gana de sobremanera.
Quizás mi visión de las cosas sea egoísta, quizás estoy
dejando mi tierra cuando más me necesita pero, ¿Acaso mi tierra hizo algo por
mi cuando me formé hasta tocar techo? Cuando recorrí calles y comunidades en
busca de un empleo, cuando me ofrecí para ayudar sin cobrar un duro, cuando
trabajé por un salario mísero haciendo una tarea mucho más cara a conocimiento
de todos, ¿dónde estaban los que piden que los jóvenes nos quedemos para
levantar un país endeudado, que se hunde, y que mancha su imagen con políticos
sin educación pero con unas ganas enormes de forrarse literalmente, dónde
estaban para encarar a éstos sin vergüenzas? Creo que hemos vuelto a las España
de los emigrantes, dónde no hay cabida para tanta formación.
Pero basta de divulgar, ya las letras de mis amadas
chirigotas creo que hacen mella en las críticas a todo este sistema en el que
no es que falle algo, es que fallan algunos.
Para hoy os dejaré otra sensación más, he sabido que los
niños no son lo mio, que soy capaz y que mi paciencia tiene límites
insospechados, pero también he comprendido que cuando empiezas a ver a esas
personas diariamente, cuando tu hostmun un día te ve disfrutar de una comida y
aparece con ella para que vuelvas a tomarla y sientas que estás en casa, las
piezas del puzzle comienzan a encajar.
No me oirán nunca desaconsejar esta experiencia aún sabiendo
que hay gente que no tuvo tanta suerte con sus familias de acogida. No me
oirán, ni me verán rendirme. Nunca cambié un pañal, y ahora me parece que llevo
toda una vida haciéndolo, nunca recogí a nadie al salir de clase, no pasee y oí
el llanto constante, ni jugué tirada en el suelo, ni regañé…
Nunca tuve tantas ganas de fin de semana, sales, y pides
pizza y te la ponen con forma de donut, vas a la universidad y te encuentras
con un simulacro de incendios, tomas té y puedes llevar la comida que desees
sin que nadie te diga nada por permanecer y tomarla dentro del bar, estudias en
la biblioteca entre sin techos y personajes más que singulares, sales con un
día en condiciones y regresas a casa empapado por la tormenta que te cayó
encima por no prevenir… En fin…un sin fin de pequeñas cosas y nuevas personas
que alimentan los momentos duros y los convierten en especiales. MAGIA.
No me despido sin un felicidades a Ángel, a Ángela y a
Esther … y que cumplan muchos más! Y que yo pueda teneros cerca.
Prometo pronto presentaros a los “Scones” , deliciosos. Y sino que os cuenten las que me los dieron a conocer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario