jueves, 24 de enero de 2013

Sensaciones encontradas


Día 14. Diario de una au pair.
En este momento sólo oigo un llanto intenso, y a lo lejos la voz de Denise y Aarón que deben tomar el lunch tras el colegio. Son la una y media del medio día. No volverán a comer hasta las seis y media aproximadamente, hora en la cual tomamos la cena. La que llora es Mia, sino lo recuerdan, es la bebé de la casa.
Yo me hayo en mi time off, el cual suelo usar para estudiar e intentar avanzar con la lengua, y otras veces para hablar con vosotros y con mi gente. En su defecto y si los horarios nos coinciden a lo largo de la semana, salgo de casa para encontrarme con las chicas con las cuales comparto experiencia, y con las que los fines de semana desconecto de largas horas de juegos con niños y esfuerzos por hacer mi oído y mi vida a éste lugar tan similar y tan diferente.
Han pasado dos semanas y todo comienza a ordenarse repentinamente. Ya llega la rutina y las risas, las incertidumbres se marchan a toda prisa y las anécdotas florecen y quedan guardadas en la memoria.
He tenido la sensación de que no volveré a vivir en España. Y sido más que consciente de que probablemente vuelva pero no por demasiado tiempo. Echar de menos es un sentimiento poderoso, pero que siempre controlé. Pensar que aquí quizás tenga oportunidades que mi país me niega y por las que no apuesta, me gana de sobremanera.
Quizás mi visión de las cosas sea egoísta, quizás estoy dejando mi tierra cuando más me necesita pero, ¿Acaso mi tierra hizo algo por mi cuando me formé hasta tocar techo? Cuando recorrí calles y comunidades en busca de un empleo, cuando me ofrecí para ayudar sin cobrar un duro, cuando trabajé por un salario mísero haciendo una tarea mucho más cara a conocimiento de todos, ¿dónde estaban los que piden que los jóvenes nos quedemos para levantar un país endeudado, que se hunde, y que mancha su imagen con políticos sin educación pero con unas ganas enormes de forrarse literalmente, dónde estaban para encarar a éstos sin vergüenzas? Creo que hemos vuelto a las España de los emigrantes, dónde no hay cabida para tanta formación.
Pero basta de divulgar, ya las letras de mis amadas chirigotas creo que hacen mella en las críticas a todo este sistema en el que no es que falle algo, es que fallan algunos.
Para hoy os dejaré otra sensación más, he sabido que los niños no son lo mio, que soy capaz y que mi paciencia tiene límites insospechados, pero también he comprendido que cuando empiezas a ver a esas personas diariamente, cuando tu hostmun un día te ve disfrutar de una comida y aparece con ella para que vuelvas a tomarla y sientas que estás en casa, las piezas del puzzle comienzan a encajar.
No me oirán nunca desaconsejar esta experiencia aún sabiendo que hay gente que no tuvo tanta suerte con sus familias de acogida. No me oirán, ni me verán rendirme. Nunca cambié un pañal, y ahora me parece que llevo toda una vida haciéndolo, nunca recogí a nadie al salir de clase, no pasee y oí el llanto constante, ni jugué tirada en el suelo, ni regañé…
Nunca tuve tantas ganas de fin de semana, sales, y pides pizza y te la ponen con forma de donut, vas a la universidad y te encuentras con un simulacro de incendios, tomas té y puedes llevar la comida que desees sin que nadie te diga nada por permanecer y tomarla dentro del bar, estudias en la biblioteca entre sin techos y personajes más que singulares, sales con un día en condiciones y regresas a casa empapado por la tormenta que te cayó encima por no prevenir… En fin…un sin fin de pequeñas cosas y nuevas personas que alimentan los momentos duros y los convierten en especiales. MAGIA.

No me despido sin un felicidades a Ángel, a Ángela y a Esther … y que cumplan muchos más! Y que yo pueda teneros cerca.
Prometo pronto presentaros a los “Scones” , deliciosos. Y sino que os cuenten las que me los dieron a conocer.

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