Día seis de la aventura
Me marché. Irlanda me abre sus puertas, o más bien tras
conocer lo poco que conozco, sus jardines.
Un trabajo no era suficiente para frenar mis ganas y mis
sueños. Un sueldo medio no cubría todas mis expectativas y fe. No era lo que
deseaba. Prefiero hacer esto y mirar atrás algún día sabiendo que lo intenté si
las cosas van mal.
Y si van bien, sabré que he hecho todo lo que estaba en mi
mano y que no ha sido la suerte la que ha estado a mi lado. Sino mi esfuerzo.
Me han llamado valiente, me han preguntado mil veces si
estaba segura de lo que iba hacer. Me han hecho plantearme cuanto necesitaría a
los míos.
Siempre he sido plenamente consciente de que no sería fácil,
y sobre todo al principio.
Todo es diferente.
Hoy, me dispongo a empezar a narraros cada paso de esta
aventura.
Me encuentro en un pueblo tan distinto al que me vio crecer
que hasta a veces me pierdo por sus calles por que para mi todas son
prácticamente iguales, pero esto, es solo cuestión de tiempo y poco me preocupa.
El día a día comienza a instalarse en cada segundo que pasa y he caído en la
cuenta que casi la mayor parte del día me encuentro bajo las paredes de mi
nuevo hogar.
Estoy a tan sólo diez minutos de la ciudad de Cork, al sur
de Irlanda. Aquí viven unas 13.000 personas y mi nuevo pueblo se llama
Glounthane. Es casi más difícil de pronunciar que de rodear.
La extensión ni si quiera la sé. Sólo puedo contaros
que nunca ví tanto césped para que los niños jueguen, tantas cuestas juntas…no,
sé lo que estáis pensando y no… Constantina es, como se suele decir, arroz al
lado de esto.
Bueno, como la unión hace la fuerza, y si, en cualquier
parte del mundo levantas una piedra, te sale un español, que si me apuras un
loreño, ya tengo un grupo de personas dispuestas a hacer hermandad y que los
días que se hagan pesados sean bonitos cuando vaya a la cama, a ellas gracias.
Se sabe como son las personas desde el primer contacto con ellas y
verdaderamente…creo que he tenido suerte.
Con respecto a los demás, cuido a tres angelitos preciosos
Dara el mayor, Aaron de cinco añitos y la jefa de la casa, Mia. Los llamaría
demonios pero no está bonito para niños y además, a pesar de ser tremendamente
enérgicos, son geniales. La familia, mitad irlandesa, mitad origen indio, es
fabulosa. Nada me falta y a veces pareciesen ellos quienes me cuidan a mi,
consciente soy, de que intentan que también sienta ésta, su casa, como mi
hogar.
Esto creo que es bastante por hoy, además estoy de
babysitter y acabo de acostar a los dos revoltosos y no dejan de charlar,
aunque no entiendo nada, los oigo.
Para resumir,…me monté en un avión cargada de miedos pero
sobre todo de sueños y ganas, y ahora, han remitido los miedos, pero los sueños
siguen más presentes que nunca.
Menuda tempestad la de hoy…el viento pareciese que va
derribar las ventanas de un momento a otro.
“Ain´t no mountain high enough” … a los mios, siempre
conmigo.
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