Hubo una guerra en la antigüedad.
Perdida por que nunca se luchó, y luchada porque nunca se perdió.
Hubo una guerra y los heridos nunca se curaron. Convirtieron sus
rasguños en cicatrices, y dejaron nacer piel nueva dónde, las balas, de tanto
daño, habían perforado la antigua.

Ellos no fueron conscientes de que ambos bandos… fueron superados por el
dolor, y abandonaron las armas en pro de una oportunidad, en pro de mantenerse
cuerdos, enteros, racionales… pero sus mentes, y sus pechos, los cuales no
fueron alcanzados por proyectiles ni golpes, esos… estarían heridos y en guerra
ya de por vida.
Nunca jamás serían capaces de amar después de conocer lo que sintieron
cuando se hiere al prójimo, por más enemigo que sea… todos los hombres fueron
una vez, respetables por cualquier otro. Cuando disparaban a matar, sin pensar
que con aquella vida que eliminaban también morían ellos un poco,… cuando se
les iban soplos de aliento, que ellos mismos dejaban escapar con cada explosión
de furia y rabia incontrolada, con cada defensa ganada que arrebataban al bando contrario, que
no eran otros, que quienes una vez rieron y amaron junto a ellos.
La crueldad de luchar contra quienes amaban les dejó inservible una
buena parte de sus corazones, y ahora sólo amarían a medias, o distinto. Ya no
sería de una manera limpia y pura como el amor dicta, ya el odio y la traición,
a pesar de haber dado paso al perdón en aquella batalla … no dejó lugar para la
cura. No había antídoto para ellos, y aun así creyeron sanar.
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