Si
vas a venir hazlo por la retaguardia mientras me encuentre entretenida por
cualquier otra distracción, acércate a mi cuello y solo sugiere tú cercanía.
Posa tus manos suavemente en mis caderas y recorre de abajo a arriba mis curvas
con las yemas de tus dedos dejando sobre mí un simple halo de ganas que
estremezca mis sentidos. No es cuestión de cuanto, ni de duración, sino de
efecto y daños irreversibles. Inclínate hacia el lóbulo de mis orejas y no
digas nada, aparta los mechones de cabello. Reposa el calor de tu rostro y el
arder de tus labios erizaran los vellos de cualquier mortal con algo de vida y pasión
en su interior.
Luego
gírame hacia ti de forma brusca. Solo frente a frente se alinean los planetas y
las miradas se hacen verdaderas sin posibilidad de fingimientos. Acaríciame el
rostro con ternura y desea que toda yo reaccione. Que no haya espacios ni aire,
ni mundo alrededor, que no haya palabras superior a un gesto, a veces los
silencios gritan más alto y claro.
Deja
la mediocridad a un lado, si es que puedes. Ni me compares, ni me recuerdes, ni
apuestes a caballo ganador porque ya no soy ninguna de esas. Soy la misma con más
historia y conocimiento de causa por ello, dedícate a rememorar las flaquezas
en mis piernas en tu compañía antaño, a construir y crear la exclusividad que
se merezcan los centímetros de piel de su recorrido.
Cuando
me tengas de frente, sonríe nervioso, piérdete en dudas y juega cual niño esta
vez bajando tus dedos sobre mi pecho, pero no me beses aún, no hasta que todo
mi cuerpo este en pleno rendimiento respondiendo al tuyo, no hasta que la
guerra de necesidad de romper uno contra el otro sea la contienda más
justa e igualada de la historia de la humanidad, donde, jamás resulten
vencedores ni tus prisas ni mis restos sedimentados, una lucha donde sólo
quedarán cadáveres desnudos de racionalidad y cubiertos de una pasión rota y
desgarrada a girones por cada botón que consigas que te permita desabrochar de
mi camisa.
No
descuides mi espalda, y merodea mi cinturilla en busca del borde de mis
braguitas, por debajo de mi ombligo donde otras deberían sentir mariposas y yo
solo pretendo que gusanos no dejen sus capullos y maten a éstas antes de nacer.
Donde conmigo es más delicado comenzar prendiendo un fuego y dejando la tierra
árida, quizás para cultivar más tarde si las piezas de un puzzle que no encaja
la razón, son selladas a quemaduras de locura.
Acude
a tu cita con barbas, para mí y para nadie más, no hacen faltas adornos de
ninguna clase sólo, una vez más usa tu perfume de siempre, los animales nos
comunicamos por los sentidos y el sentido de olor es un poderoso guerrero en
las batallas entre la irracionalidad y la sensatez. Ven limpio de prejuicios,
juicios y repercusiones, porque no estaré esperando y en el factor sorpresa
sobran los segundos de flaqueza. Ven fuerte para que me resista y valiente para
resistir.
Ven
inseguro y cargado de la pasión más extrema por superarme y derribar tu
inseguridad sincera lejana a proezas de prácticas y fechorías poco
recomendables llegados a este nivel de complicidad.
No
nos miremos con amor por que no nos amamos, ni con rabia porque seriamos una
vía de escape solamente, mirémonos con ternura, y dejemos el resto de espacio
al respeto personal. Comienza ya a besarme el cuello y sube hasta mi boca,
rompe esa tensión que se genera, siempre que ocupamos un mismo espacio, destrózala
para siempre, por si se nos antoja que esta sea la última vez que nos
visitamos, por si de tan cansados de nada, nos aborrecemos. O por si uno
de los cuerpos, se muere de frío en el intento de la búsqueda del calor.
No
te desconcentres, sólo siente esta historia corta con final escrito, ya no hay
nadie y estamos solos. Sin embargo nuestras respiraciones son música, son notas
y acordes de descontrol, son fuerza y magia.