Los domingos de abandono.
En los que escribir, solo es posible tirando de pecho. En
los que el desahogo es la resaca de alcohol y sentimientos, y su mezcla
explosiva no resulta demasiado atractiva.
No cualquier domingo, un domingo de orden, de poner la cosas
en su sitio, del que no debieron moverse y tú valiente cambiaste, y ahora igual
pagas, pero, no es caro el precio, porque el domingo para ordenar siempre
llega.
Los domingos que preceden a lunes. Que acaban y pasan para
empeorar el panorama de toda una semana por delante. Donde, querer ver ciega,
sabiendo que andas invidente, y tan sólo porque, cuando los ojos están abiertos dicen cosas que
las palabras no acompañan. Y o no quieres describir lo que te dicen otros ojos,
o no deseas que te miren desnudando tus verdades.
Las reflexiones de los domingos. Las altas dosis de
autoestima y las caídas libres de realidad. Y los amigos, los domingos, siempre
los amigos.
Se sonríe. Sale el sol también los domingos. Y te levantas y
a tu alrededor huele al último día de la semana que igual no acaba demasiado
bien pero que ya, será mejor que la que entra, y eso, reconforta los domingos. El
olor… como huele todo los domingos. Hasta las sensaciones huelen y te encogen
el alma.
Los domingos pierdes tantas cosas…y las piensas. Otros días
igual las pierdes, pero lo olvidas de manera automática. La conciencia del
actuar de forma correcta y la impaciencia de comprobarlo a través de un nuevo
domingo.
La música, también es otra. La música de los domingos
resuena con eco dentro de ti. A veces todo un himno de la alegría y otras
marcha fúnebre, amplia gama de temas la de los domingos, que se visten acorde a
la noche anterior.
Que se acabe el domingo. Que hoy es día, en que pesan cosas
sin importancia comparadas, a las que te acompañan cada día y llevas sin
sobre esfuerzo.
Los domingos… yo no sé si los domingos son días bonitos o
no… sólo sé que los domingos con normalidad… pienso más de lo que debo.
Malditos domingos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario