Esta era la quincena de los reyes, de la monarquía, en
definitiva de los cambios. Era la quincena de las infantas y de príncipes y
princesas. De los borbones y su dinastía. Y, de ello era aceptable y
recomendable escribir. Mi intención era clara hasta ayer.
No ha cambiado en nada mi idea, pero si, la dinastía sobre
la que ocupar mi columna. Ya poco me importan los borbones, tú te has ido y nos
has dejado. Una dinastía huérfana sin su gran rey, nuestro rey d reyes, el de
cualquier familia, nuestro abuelo. La cabeza visible, que durante tantos años
nos guio, a quién debemos muchos nuestra existencia y tanto cariño. A ti que
tantos otros años estuviste en un segundo plano pero presente. Y nos robabas
irremediablemente minutos de ganas de tenerte, y nos provocabas sufrimiento al
verte, al mismo tiempo que desde esa penumbra dibujabas sonrisas con tus
gestos.
Abuelo. O mejor ABUELO. En mayúsculas como te mereces.
No sé dónde te has marchado, pero te siento aún tan presente
que no puedo echarte si quiera de menos. Comienzo a sentirme culpable por que
no soy capaz de añorarte. Sé que me faltas, y duele, pero puedo soportarlo y no
debería. Quizás el nudo que atrapa mi garganta libere tanto cariño que se va en
cada abrazo y cada riña que de niñas nos echabas. Quizás dentro de mí nunca
creí que este día iba llegar, y de repente sin decir adiós te has marchado.
Se derrumba toda nuestra dinastía, la que capitaneabas, la
que montaste un buen día y de la que me siento tremendamente orgullosa de
formar parte. Ojalá ya estés mirándonos recién llegado de tu viaje en paz y
tranquilo, observando tu legado, porque sólo los grandes se marchan rodeados de
amor.
He comprendido abuelo, que son las lágrimas apariencias de
dolor, pero que no solo los que lloran padecen. Hay dolores silenciados que
llegan a partir el alma.
Te quiero, no diré adiós, diré hasta luego…cuidaremos de la
ella, de sobra lo sabes. Que poco puedo regalarte ya...sólo letras.
Que gran vacío… mi abuelo Juan.