lunes, 7 de abril de 2014

Domingos...

Los domingos de abandono.
En los que escribir, solo es posible tirando de pecho. En los que el desahogo es la resaca de alcohol y sentimientos, y su mezcla explosiva no resulta demasiado atractiva.

No cualquier domingo, un domingo de orden, de poner la cosas en su sitio, del que no debieron moverse y tú valiente cambiaste, y ahora igual pagas, pero, no es caro el precio, porque el domingo para ordenar siempre llega.

Los domingos que preceden a lunes. Que acaban y pasan para empeorar el panorama de toda una semana por delante. Donde, querer ver ciega, sabiendo que andas invidente, y tan sólo porque,  cuando los ojos están abiertos dicen cosas que las palabras no acompañan. Y o no quieres describir lo que te dicen otros ojos, o no deseas que te miren desnudando tus verdades.

Las reflexiones de los domingos. Las altas dosis de autoestima y las caídas libres de realidad. Y los amigos, los domingos, siempre los amigos.

Se sonríe. Sale el sol también los domingos. Y te levantas y a tu alrededor huele al último día de la semana que igual no acaba demasiado bien pero que ya, será mejor que la que entra, y eso, reconforta los domingos. El olor… como huele todo los domingos. Hasta las sensaciones huelen y te encogen el alma.

Los domingos pierdes tantas cosas…y las piensas. Otros días igual las pierdes, pero lo olvidas de manera automática. La conciencia del actuar de forma correcta y la impaciencia de comprobarlo a través de un nuevo domingo.

La música, también es otra. La música de los domingos resuena con eco dentro de ti. A veces todo un himno de la alegría y otras marcha fúnebre, amplia gama de temas la de los domingos, que se visten acorde a la noche anterior.

Que se acabe el domingo. Que hoy es día, en que pesan cosas sin importancia comparadas, a las que te acompañan cada día y llevas sin sobre esfuerzo.

Los domingos… yo no sé si los domingos son días bonitos o no… sólo sé que los domingos con normalidad… pienso más de lo que debo. Malditos domingos.